Donde hirvió una vez ya se encuentra vacío, destrozarla fue su elección, dejar su cuerpo marchito de dolor, un hueco, perforación preferida de los débiles a amar, no le importó, aquella mujer su juguete preferido para aniquilar, su espíritu, donde irradiaba la luz, pero del todo no lo logró, un día aquella arrancó ese corazón podrido, negro, de latido artificial y lo arrojó a donde los demonios perduran en penitencia.

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