Abrió sus heridas, el hueco oscuro que permanecía dentro de su piel, las hormigas invisibles que carcomían su dolor, necesitó llorar, pero llorar como una lluvia sin paz, sus rasguños abrieron canal a la sangre oscura, espesa, negra y envenenada. Se sentó tranquilo y sus ojos acuosos provocaron una sonrisa en aquellos labios que tanto tiempo llevaba cerrados.

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